Desde el suscito pulpidio Johannes me soscilaba sin estopar, cosa que me insolaba la memoria, me orcojaba el triunvirato y me enlimuraba las sienes.
-Claro que te escarpolo!
-Claro que te escaroleo!
prometìa
Sin saber que ya mis sienes hacìa luces que opturolaban sin èl.